Pues bien, somos Seres Humanos, pero quizás de forma más precisa, somos humanos en transformación. No nacimos perfectos, y nunca lo seremos, porque la perfección no existe (todo es relativo). Así como un niño cuando aprende a caminar, caer es parte del proceso. Nunca debemos tener miedo de equivocarnos. La experiencia humana se construye bajo la premisa de que nos equivocaremos. Así como el invierno que lleva a la primavera, nuestras caídas nos llevan a nuestra superación. A cada expiración, le sigue una inspiración. La noche siempre precederá al día. Así funciona el sistema en el que vivimos, y jamás debemos tener vergüenza de ser parte de él.
Nacimos para cometer errores. También nacimos para aprender de ellos, haciéndonos más sabios y mejores. Desarrollar el amor propio que entiende los errores nos va a capacitar a amar más a los demás también. El primer paso para poder dar una bienvenida digna a las personas en nuestras vidas, es nutrir y amarnos a nosotros mismos. Solo así podremos transmitir ese amor a aquellos que están a nuestro alrededor.
Muchas veces, sin embargo, es muy difícil amar y perdonarse a sí mismo. A veces, la culpa o la vergüenza son muy fuertes. Son en estos momentos, en los que aprendemos que lo que no podemos hacer por nosotros mismos, no podremos hacerlo por los demás.